
Nuestro grupo de investigación en demonología sónica presenta la tercera entrega de sus indagaciones en la metafísica sónica oculta de la cultura popular. Tras destripar a Octavio Mesa y meter la Bichota al laboratorio, ahora el turno es para un evento acusmático radical para la nuestro contexto colombiano: la pregunta «¿Es bala o pólvora?».
Es una pregunta básica en tu existencia en algún barrio de Medellín. Desde que tienes memoria, aprendes esa pregunta y no solo eso, aprendes la respuesta. Nuestra oída nace condicionada por un evento ch-ixi: un estallido, la bala-pólvora, eso antes de revelarse, que no se reconoce, que acusmáticamente contiene las dos posibilidades. Justo en la escucha de ese evento sonoro, antes del dictámen de si es bala o pólvora, sucede un object sonore demoníaco, osea ultra-negro, osea un mero sonido, crudo y sin significado. La escucha reducida se vuelve aquí revelación ontológica de toda una sociedad: Ese evento es bala-pólvora, no se ha diferenciado, no se ha separado, siendo así violencia-dicha, asesinato-celebración, dolor-alegría. Es como vivimos, es como somos.
En ¨¿Es bala o pólvora?» NANAY se mantiene fiel a la misma filosofía y proceso de sus otras entregas: aplicar procesamiento elemental a material sonoro crudo, sin generar nada y solo extrayendo material microsónico, en este caso de una única grabación, de pólvora o bala pero no se revela, se deja en incógnita como el evento mismo en la oída. En este caso, la primera pista, «tastas», usa una puerta de ruido básica para extraer granos de la grabación en cuestión. El segundo track, aplica el ya habitual método de «fuego infra edit» donde se extraen frecuencias inferiores a 200Hz para solamente oír el estruendo subterráneo. Y finalmente, «bala-pólvora eterna» multiplica los sonidos originales mediante procesamiento granular exagerado, que multiplica en millones los pops de la bala-pólvora.
En ningún momento se sabe si se escucha bala o pólvora, permitiendo así no revelar el evento acusmático y explorarlo en bruto, cómo una materia que, así como puede o no contener una variable, igualmente la puede crear, expandir, imaginar. En la plena oscuridad de la escucha, el mundo aún no ha revelado ni su pánico ni su tormento. A veces es más apacible el ruido del silencio, que las formas espectrales que se llaman dignan llamar sonido pero solamente para cumplir funciones selectivas, binarias, pretenciosamente puras, que por más atroces o gloriosas, nos terminan aturdiendo. Escuchar es mancharse, reconocer la dicotomía, la bala-pólvora.
