No es que «hay que acelerar el proceso». El proceso ya te ha acelerado a ti.
Durante mucho el pensamiento estuvo atado a la forma del tiempo (un tiempo claro y reposado, como el de las manecillas del reloj), pero la reciente moda de los relojes Kasio vintage deja claro que nos hemos adentrado definitivamente en la era de un Eón tamizado por los chupatintas corporativos. Los parpadeos del segundero digital, al igual que ocurría con los faros que alumbraban la noche de los marineros en la antigüedad, sirven para mantenerte pegado a una sensación de realidad. Pero, más allá de esto, se encuentra el Nihil ulterius tras el cual se precipitan las naves (y los ojos enrojecidos de los internautas) por el remolino de la Abominación de mil filamentos.
A primera vista, tras descender por las rocas del tiempo profundo parecería que te aguarda el cósmico-Minotauro, listo para hacerte morder el polvo con una expresión impasible. Pero si miramos la escena con un poco de distancia, la urdimbre de Ariadna es la que mueve los hilos (el software, diríamos hoy). El entramado del laberinto siempre fue una imagen abstracta que cose y descose los fines con los principios, los pasajes que van al exterior con callejones que no dan a ningún lugar, los muros con las rutas de escape, etc. Las entradas y salidas del laberinto, los inputs y outputs del circuito, se aparecen ante Teseo como una maraña, y los demacrados rostros de los héroes son reanimados con un electroshock neuroquímico cuando pasa por sus venas una corriente de adrenalina con carga ciberpositiva. Machine-City, o Zero-One, es un intrincado fluido de punto cruzado cuyo único propósito es liberar al pensamiento de sus estructuras craneoencefálicas: abrirlo como una tira de carne a la embestida de los ritmos y tiempos extraños.
Cortocircuito. Te acabas de chamuscar con el cableado cerebral.
De forma parecida, el concepto del Antropoceno hace saltar por los aires a la vez que reafirma nuestra temporalidad humana (Claire Colebrook). Las «aguavivas» vienen a nuestro encuentro en una playa recalentada y llena de microplásticos, con vistas al fin del mundo y a nuestro propio «asco filogenético» (Ramiro Sanchiz). Las alianzas cruzadas confluyeron en la elaboración de un prólogo inédito para el libro Cuestión de materia, de Karen Barad (Silvana Vetö). Lucca Fraser de Laboria Cuboniks nos habla sobre el Manifiesto Xenofeminista y los procesos que lo engendraron (Esmé Hogeveen). Y, como adelanto editorial, la semana pasada os dejamos otro testimonio excepcional, en esta ocasión de la mano de uno de los integrantes y fundadores del CCRU (Robin Mackay, a.k.a. Maya B. Kronic).
contenidos
Maya B. Kronic: Hacia una deducción trascendental del ‘jungle’
Ramiro Sanchiz: Sobre las aguavivas y los Grandes Antiguos
Claire Colebrook: Siempre hemos sido post-antropoceno
Esmé Hogeveen: Entrevista a Lucca Fraser de Laboria Cuboniks
Silvana Vetö: Una odisea de entrelazamientos múltiples. Traduciendo a Karen Barad
vía Xenomórfica