¿Cual práctica consiste en encontrar cosas –en este caso, sistemas para producir sonidos o lo que sea que pueda extraerse o introducirse mediante sonidos– y luego presentárselas a los músicos?
Digo encontrar para no tener que decidir entre inventar o descubrir, aunque mi corazón ya se haya decantado por el descubrimiento. Un algoritmo de síntesis sonora o un modelo generativo con propiedades extrañamente agradables no son invenciones que surjan de la nada. Creo en su preexistencia, como parte de un universo en el que he aprendido a caminar. En Recoltes et Semailles, Grothendieck habla de estructuras que ‘no nos esperan para ser, para ser exactamente lo que son’, estructuras que sólo necesitan ser «descubiertas y puestas a sonar». Yo no invento nada: deambulo, algo capta mi atención, observo más atentamente, lo documento y luego vuelvo a nuestro mundo para presentarlo. Una expedición, como las que emprenden los entomólogos o los botánicos.1
¿Dónde encuentras nuevas plantas o insectos? En la naturaleza, se hallan en los tipos de ecosistemas adecuados. Ecosistemas lo suficientemente grandes y complejos para que estas especies prosperen, pero lo suficientemente pequeños y cómodos para que nosotras, las exploradoras, no nos perdamos en ellos, y donde además se pueda seguir algún tipo de hilo conductor de modo que, al abrirnos paso a través del matorral, podamos por casualidad percatarnos de una mariquita que no estábamos buscando.
Los algoritmos que animan nuestras máquinas de sonido se encuentran en espacios con propiedades similares. Podríamos esperar lo vasto y complejo: las matemáticas y la informática teórica proporcionan numerosos ejemplos de sistemas donde se generan ricos comportamientos mediante reglas o leyes que pueden enunciarse en unos pocos signos o líneas de código. Pero, ¿qué tienen que ver aquí lo pequeño y lo cómodo?
A lo largo de su historia, los instrumentos musicales nunca han logrado escapar a las leyes de la física o la economía. Los fabricantes de instrumentos han dejado inexploradas zonas enteras del espacio de posibilidades de los instrumentos: ‘un contrabajo de plástico de entre cinco y doce metros de alto’, por ejemplo, o ‘flautas y oboes toroidales’. Si en cambio se centraron en lo que parece un número bastante pequeño de formas y procesos, a veces con gran tenacidad y un afán por la perfección en los detalles (el mecanismo de la tecla del piano o el sistema de Boehm es para ellos lo que el ojo es para los teóricos de la evolución), es porque se trata de un tipo de espacios de posibilidad, espacios que favorecen el descubrimiento.
¿Qué tipos de física y economía actúan como restricciones sobre el espacio en el que descubrimos los sintetizadores? Es claro que hay parámetros físicos y económicos extrínsecos que, al combinarse, definen lo que es técnica y comercialmente viable para el ingeniero-fabricante de instrumentos. El número posible de transistores (Moog modular), circuitos integrados por canal (Prophet 5), operadores por nota (DX7) o líneas de código por bloque de síntesis (todo lo que siguió) siempre se puede contar con los dedos de una mano (y quizás algunos de los pies). Igualmente lo puede ser el número de empleados en los laboratorios o empresas que han traído al mundo esos instrumentos, o el número de años que han tardado en hacerlo. Los enfoques maximalistas que llevan tal o cual parámetro, tamaño, coste, número de botones o relación señal/ruido más allá de los límites razonables impuestos por el zeitgeist tecnológico de su tiempo, sólo han producido curiosidades (o misiones espaciales). Por otra parte, existe un delicioso folklore que narra cómo las características sonoras de ciertos instrumentos famosos son el resultado de decisiones económicas tan básicas como la compra de un lote de transistores defectuosos a precio en descuento.
Pero desde hace más de una década ya, la potencia de cálculo disponible en un aparato barato permite hacer cosas que se salen de la escala de los dedos de una mano. ¿Cual sería el enfoque a adoptar cuando se pueden permitir cien mil operaciones por sample, cuando la economía y la física extrínsecas ya no son restrictivas sino demasiado generosas? ¿A dónde vas a buscar mariposas en un sistema solar?
Hay quienes suben de escala y juegan con trucos de abstracción (después de todo, cien mil no son más que unos pocos dedos de una mano elevados a la potencia de los otros dedos), manipulando pequeñas cantidades de bloques de alto nivel o circuitos hechos de transistores y componentes simulados. El cálculo intensivo crea un mundo cuya escala nos resulta familiar de nuevo.
Otras –y soy una de ellas– se someten a una física y una economía intrínsecas: a sistemas de reglas y restricciones que sirven para reducir las opciones cuando la física y la economía de lo real, o de lo virtual minuciosamente calculado, ya no lo hacen.
¿Cuáles son estas restricciones? Disfruto de la limpidez del código bien escrito y desprecio las soluciones que no están claramente expuestas o que llenan más de una página de pantalla. Tal vez sea el mismo goce estético de la explicación lo que hace un matemático que ante dos pruebas igualmente válidas, elige el camino más directo –o el que ofrece la visión más hermosa. Por supuesto, nada de esto tendrá efecto alguno sobre lo que el músico obtiene de ello: la calidad literaria y la concisión del código fuente no tienen relación con su ejecución. Y sin embargo, este sueño estético de ser sucinto y hermoso me ha hecho elegir ciertas rutas y rechazar otras, y lo que escuchas no se habría encontrado de otra forma. ¿Dónde leemos el cigarrillo fumado entre la escritura de dos párrafos? ¿En qué paratexto existe? ¡Qué tipo de escritura tan extraña es la que se «compila», es decir, se traduce sistemáticamente y se despoja por completo de su estilo2, solo para luego ser interpretada por un dispositivo técnico que reproduce su semántica exactamente, ¡en sonidos!
También me gusta la pereza y las preferencias que suscita, como su imagen especular. El placer de decir no, no iré allí, o sí, me gusta la calidez de ese rincón, así que volveré allí, todos los beneficios de reducir el espacio que se va a sonorizar a una trama cada vez más familiar. ¡La exhaustividad es tan estéril! Prefiero el encanto de las expediciones repetidas, de las variaciones sutiles de mi atención cuando vuelvo a recorrer un camino y me prometo que no volveré a cometer los mismos errores, o que no buscaré en el mismo lugar que antes.
Entro en esos espacios, busco y descubro. Luego salgo y presento. No se trata de enumerar o documentar, sino de dar acceso a un músico a mi experiencia, para que esta pueda ser utilizada luego como una herramienta. En el caso más brutal e ingenuo, se podría simplemente extraer la planta rara que se ha descubierto y el pequeño cubo del universo que la rodea, y dejarlo así. Al ofrecer acceso a este sin ningún mapa, cada coordenada de su espacio-tiempo es tan válida como cualquier otra. Es un planteamiento que puede ser inspirador para el instinto explorador de quien se adentra en él, pero yo prefiero los jardines botánicos a las reservas naturales, porque en ellos se pueden abrir caminos.
Senderos que van de planta en planta, de ida y vuelta entre todas las que ya he encontrado. Senderos que recorren (o reinventan) la cronología de esos descubrimientos. Senderos que permiten apreciar lo que a mí me pareció bello. Senderos cromáticos, dialécticos, didácticos. Senderos que ralentizan el tiempo y abren espacio cuando hay mucho que ver, y cortan la hierba árida. Más espesos aquí, más finos por allá. Senderos que conducen a otros. Senderos que se pueden recorrer una o dos veces, desde los que se pueden ver las especies más llamativas, y desde los que se puede divergir gradualmente hasta que tal vez se note una nueva flor que se ha instalado en este jardín. Así puedes deambular y aprender –porque lo que se encuentra también se puede enseñar.
- Los frutos aún no patentados y no pertenecen a nadie más que a la comunidad. Sobre este tema, escuchen lo que Albert Jacquard tiene que decir sobre la propiedad intelectual ↩︎
- El código abierto es un intento de resistir a esta pérdida del texto, a la invasión de las limitaciones que lo han engendrado. ↩︎
Traducido del Inglés